La campaña de Donald Trump para conseguir el regreso a La Casa Blanca en 2024 tiene algunas líneas básicas: la persecución que él sufre es la persecución a todos los estadounidenses por parte de una élite en el poder; el ‘robo electoral’ -no corroborado por los tribunales- en las elecciones de 2020 está dentro de esa persecución; los problemas que sufre el país -economía, Ucrania, frontera- no habrían ocurrido si no le hubieran quitado la Casa Blanca.
Dentro de ese relato, el informe del fiscal especial Juan Durham presentado esta semana encaja a la perfección. Durham fue encargado en 2019 por el Departamento de Justicia de Trump -se lo asignó el entonces fiscal general, William Barr- para revisar la investigación que el FBI hizo en 2016 a la campaña del entonces candidato republicano sobre sus posibles conexiones con Rusia y su intento interferir en las elecciones presidenciales de aquel año.
Es decir, se dio cuenta de una ‘investigación en búsqueda’. Cuatro años más tarde, las conclusiones de Durham son una gran noticia para Trump: el fiscal especial determina que fue una investigación con “falta de rigor”, basada en informe de inteligencia “en bruto, sin analizar y sin corroborar” y en la que usó un doble rasero con la otra candidata a la Casa Blanca, Hillary Clinton.
En un informe conocido, Durham es muy crítico con el tratamiento que los agentes del FBI hicieron del llamado ‘Carpeta Steele’, una serie de acusaciones contra Trump reunidas por una exespía británica -Christopher Steele-, que después demostró que no tenían fundamento.
Este dossier fue financiado indirectamente por la campaña de Clinton y fue uno de los motivos de la investigación contra Trump.
«Falta grave de rigor»
El fiscal especial explicó que “altos cargos del FBI mostraron una falta grave de rigor analítico hacia la información que recibieron, en información especial recibida desde personas y entidades con vínculos políticos”. Eso fue lo que “en parte desató y mantuvo” la investigación contra Trump -denominada Crossfire Hurricane- y que, finalmente, motivó la cifra de un impuesto especial, Roberto Müller, para investigar a Trump, ya como presidente. Esta investigación, que terminó sin consecuencias jurídicas par el ahora expresidente, se comió buena parte de la atención mediática de EE.UU. durante año y medio.
Durham afirmó que su investigación inicial por parte del FBI fue “seriamente deficiente” y que causó un daño a la reputación de la agencia federal. El FBI, crítica el fiscal especial, inició sus pesquisas a pesar de una «falta de completar la información por parte de la comunidad de inteligencia que corroborará la hipótesis en la que se basó la investigación de Crossfire Hurricane» y sus agentes optaron por ignorar la información. que exoneraron a sospechosos en el caso o que se salieran de la narrativa que perseguían.
La mayoría de las conclusiones del informe de Durham ya se conocían desde otro documento de 2019 del Departamento de Justicia y el fiscal especial no se ha cobrado grandes piezas con su investigación: solo dos personas fueron imputadas -después declaradas inocentes en juicio- y una tercera , por un cargo menor, se declaró culpable y fue castigada con un año de libertad condicional.
Eso no le impedirá a Trump seguir hablando del caso como «el crimen del símbolo» y exhibirlo como la gran demostración de que sufrió una ‘caza de brujas’. Y, lo que es más importante para 2024, le servirá para denunciar que el robo electoral inexistente es una continuación de esta persecución y que tratarán de volver a hacerlo.
“El público de EE.UU. fue engañado, al igual que está siendo engañado ahora por aquellos que no quieren ver la grandeza de América”, escribe Trump en su historia social, Truth Social. El expresidente calificó al episodio de «traición», condenó al que fue director del FBI -ya quien él despidió- a James Comey y exigió, sin dar detalles, que el Congreso actúe.