Un futuro inquieto invita a un Japón y una Corea del Sur a aterrizar un convulso pasado. Por eso el primer ministro Fumio Kishida ha aterrizado hoy en Seúl, en la primera visita oficial en doce años de un jefe de Gobierno nipón al país vecino. Al final de este domingo habrá una reunión personal con el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, con la amenaza norcoreana como principal tema sobre la mesa.
«Espero tener un intercambio de puntos de vista a corazón abierto con el presidente Yoon de acuerdo a nuestra relación de confianza», dijo Kishida a medios japoneses. antes de salir de tokio. “Desde marzo, hemos tenido varios niveles de comunicación en áreas que incluyen finanzas y defensa, y espero seguir avanzando esta tendencia vigente”.
Una tendencia, efectivamente, opuesta a la de años precedentes. Todas las desavenencias tienen un arranque común: la ocupación japonesa de la península entre 1910 y 1945. Las más punzantes hacen referencia a los 800.000 surcoreanos empleados como mano de obra forzosa en empresas niponas y las 200.000 “mujeres de confort”, eufemismo for the slaves sexuales del ejército nipón durante la II Guerra Mundial. Este paso ya ha incluido disputas territoriales por las islas Dokdo, controladas por Corea del Sur desde la rendición de Japón en 1945, por lo que conocemos como Takeshima.
La Corte Suprema de Corea del Sur dictó en 2018 que las empresas japonesas Mitsubishi y Nippon Steel indemnizaran a víctimas de explotación laboral, lo que revivió el desencuentro entre ambos países. poco despues, Restricciones impuestas en Japón a las anteriores importaciones desde Corea del Sur. El entonces presidente surcoreano, Moon Jae-in, adoptó una posición intransigente que imposibilitó el diálogo, un proceso que su predecesor Yoon ha tratado de revertir desde su llegada al poder en mayo de 2022.
El pasado mes de febrero este proclamó que Japón había pasado de ser un «agresor militarista» tiene un «socio que comparte los mismos valores universales que Corea del Sur», y semanas más tarde su Gobierno desveló un proyecto para resarcir a los trabajadores forzosos del período colonial. Estos gestos condujeron a la visita oficial de Yoon a Tokio en marzo –la primera de un presidente surcoreano en doce años–, donde ambos mandatarios acordaron normalizar las relaciones diplomáticas y, por tanto, a la de Kishida hoy.
A primer ministro nipón no pisaba Corea del Sur desde el encuentro mantenido en febrero de 2018 entre el difunto Shinzo Abe y Moon con motivo de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang, pero la última visita oficial fechada en 2011.
Peligro norcoreano
La Corea del Norte representa el gran desafío común. «Se espera que los dos líderes conversen sobre formas de reforzar su cooperación en materia de seguridad para hacer frente a la creciente amenaza Nuclear y Ballística de Corea del Norte», adelantó la agencia de noticias surcoreana ‘Yonhap’. La belicosidad de Rusia y las aspiraciones de China se encontrarán en la agenda.
«También es probable que este pongan de acuerdo sobre la necesidad de estimular la cooperación trilateral entre Seúl, Washington y Tokio para una mayor disuasión nuclear contra Corea del Norte», agregó la agencia. Estados Unidos trata desde hace tiempo de facilitar una reconciliación, pues el desacuerdo entre sus dos aliados más próximos en la región supone un obstáculo para su operatividad allí. De hecho, Yoon ejerce hoy de anfitrión después de Joe Biden le hospedara a él hace apenas una semana.
A la hora de fraguar esta componenda, ambos mandatarios deberán lidiar con sus respectivas opiniones públicas. “La visita de Kishida pretende imponer la posición del presidente Yoon Suk-yeol en la política nacional, la cual ha empeorado en parte a causa de sus esfuerzos por reparar las relaciones con Tokio; pero si Kishida no ofrece medidas adicionales conciliatorias, la visita podría no ser recibida de manera positiva por el público surcoreano”, destacaba la consultora Eurasia en un reciente informe.
El pasado mes de febrero este proclamó que Japón había pasado de ser un “agresor militarista” tiene un “socio que comparte los mismos valores universales que Corea del Sur”
Por este motivo, una de las expectativas de este viaje consiste en que Kishida pronuncia alguna suerte de disculpa de formulación más o menos abstracta, en particular en relación con las «mujeres de confort». Japón siempre ha negado hoy responsabilidad directa con respeto, asegurando que los burdeles fueron establecidos y gestionados de manera privada; hasta 2015 estableció un fondo de ayuda a los damnificados -iniciado paralizada por la tensión bilateral-, que sigue exigiendo una exculpación oficial.
Los acuerdos generales de naturaleza económica ya están encarrilados después de que esta semana sus respectivos ministros de Finanzas, el surcoreano Choo Kyung-ho y el nipón Shunichi Suzuki, se reunirán por primera vez en siete años durante un evento del Banco de Desarrollo Asiático. Corea del Sur ya ha retirado sus restricciones comerciales, y se espera que Japón haga lo propio pronto.
“Japón y Corea del Sur son importantes vecinos que tienen que cooperar con las tecnologías para responder a la diversa agenda de la economía mundial y regional”, apuntó entonces el ministro japonés. “Los dos países tienen que darse cuenta de la mano para responder a riesgos geopolíticos como el armamento nuclear de Corea del Norte o la invasión rusa de Ucrania”. El porvenir y sus peligros así lo demandan.